Acepta… el llamado de Dios. Él te llama a
ti (y a mi), y tu responsabilidad es responder a su llamado, es mirar de frente
su maravilloso rostro y responderle.
“La manera en
que adoras hace que los demás piensen también en Dios, y los mueva a adorar
junto a ti.En otras palabras, no podrán
estar en tu presencia sin pensar en Dios”.